martes, 21 de agosto de 2018

Los extraordinarios días ordinarios


Los extraordinarios días ordinarios

El día de hoy me enviaron un audio en el que se reflexiona acerca de la vida en familia, de los pequeños momentos del día a día, de cómo a veces nos preocupamos tanto por el orden, la limpieza, la formación, lo que cuestan las cosas y el miedo que nos da que nuestros hijos disfruten todo lo que les damos, que lo aprecien y que sus estudios sean un instrumento para su éxito personal –en lo laboral- pero en lo emocional… ¿Qué hacemos? Nos enfocamos tanto en resultados que se nos olvida que se les puede caer el cereal, el vaso con agua, querer empaparse en la lluvia, querer estar encima de ti pegado –cómo si ellos supieran que no siempre será así- .

A continuación les transcribo este bello audio el cuál nos invita abrirnos, con un poco más de más de sensatez y humildad.




Julio Toral
Los extraordinarios días ordinarios.

“Si crees que la vida que tienes en familia la tendrás para siempre tal vez debas prestar atención a los días comunes esos que comienzan con cereal y terminan viendo películas, entre ellos están los días en que mis hijos jugaban con el perro, comían helados por los cachetes y se mecían en los columpios, tardes con manguera y lodo, qué los chiquillos terminaban en mi cama en aquellas noches de cine familiar.

Cuando mi primer hijo lloró en la puerta del Kinder pensé que siempre lloraría al separase de mi pero todo sucede por etapas y a su tiempo, entonces los problemas no parecían enormes, las alergias, el partidos perdido, peces y hámster que morían unos tras otro, pero en general el mundo en que vivíamos y la familia que construimos hizo sentir que la infancia era sólida y duradera.

Lo más bello de esa etapa fue mecerlos en mi regazo oliendo a talco y a cabello recién lavado, el beso y la bendición antes de dormir, me preocupaba que si no les leía un cuento antes de dormir no los motivaría  a leer y me entristecía si discutían por el turno del juego como si fueran a pelear por el resto de sus vidas.

Todas las etapas llegan a su fin, la pelota deja de botar por el jardín, los juegos de mesas se llenan de polvo, regalas la bañera de plástico y ahora esperas horas a que salgan de la regadera, la puerta de la recamara que siempre estuvo abierta de pronto un día se cierra, un día al cruzar la calle estiras tu brazo para alcanzar la manita que siempre estuvo ahí para agarrar la tuya y tu chico de trece años camina un par de pasos atrás pretendiendo no conocerte. Has entrado a un nuevo territorio llamado adolescencia y no conoces el piso en donde estas parado o parada.

El hijo que cargaste y cuidaste se ha transformado en un sujeto jorobado sobre una computadora., te preguntas si lo estás haciendo bien pues ya no hay marcha atrás, te preguntas si podrás sobrellevar el resto del día sin discutir y acabas agotada recordando aquellos días que parecían eternos y se han esfumado, las advertencias y consecuencias ya no funcionan, las charlas de sobre mesa ya no existen, haces lo que puedes como puedes, llenas el refrigerador, chofereas, negocias permisos, supervisas, asistes a las citas de calificaciones, dejas de asistir a los partidos e ignoras la recamara que parece ser sido bombardeada, te piden otra vez dinero, tratas de no hacer muchas preguntas, tratas de obtener todas las respuestas, vuelves a llenar el refrigerador, compras pizzas, te asomas por el balcón a ver la fiesta, aprendes a –textear- con ellos, aprendes a rezar por ellos, tus noches de sueños ahora son noches de alerta, te haces experta en leer entre líneas, en interpretar miradas, en determinar olores, te dice ¿Quiubo Má? Y de pronto estas de frente a una verdad que sabías desde hace tiempo y te negabas a enfrentar, ahora el joven no necesita ni que le prepares lunch ni que le cierres la chamarra, necesita tu confianza, te recuerdas a ti misma que habrá que dejarlos ir y practicas el arte de vivir el presente, saboreas cada minuto que tienes aquí y ahora, cenando con tu familia y diciendo buenas noches en persona, das el beso en la mejilla y la bendición en la frente aunque parezca que ya no les gusta.

No podemos cambiar el crecimiento de nuestros hijos pero podemos cambiar nuestra actitud ante ello, en vez de decir lo que deberían corregir piensas en lo superado y logrado por cada uno, porque en cualquier momento vas estar abrazando a tu pequeño de un metro ochenta de estatura y lo harás de puntitas para decirle al oído que lo extrañaras mientras hace su maestría en otro continente.

El torbellino de los cajones azotados y los ganchos caídos buscando un sudadera al son de la música estridente se han ido ya, la casa tiene una nueva clase de silencio, el galón de leche se vuelve agrió, por fin sobra una rebanada de pastel para ti pero ya no tienes apetito, nadie te pide que lo lleves a ningún lado, sin embargo los recuerdos que más deseo atesorar, los que querría volver a vivir son los momentos que nadie pensó en fotografiar esos ratos que pasaban a diario entre la cocina y el cuarto de tele, desayunar cereal en pijama y acurrucarnos a ver una película al final del día, me tomo mucho tiempo percatarme pero definitivamente lo aseguro qué el más maravilloso regalo el que compone mi más grande tesoro es el regalo de esos hermosos y perfectos días ordinarios.

Les deseo muchos días perfectamente ordinarios.

Me gusta mucho una frase que dice:
-Un hombre que se atreve a perder una hora de su tiempo no ha descubierto el valor de la vida.-Charles Darwin.

Eduardo Cano Félix
Apasionado de la Vida
Emprendedor, Bloguero, Carpintero Ocasional y Marketero de Corazón

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